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Hipertensión arterial: un importante factor de riesgo para el deterioro cognitivo

Cuando hablamos de deterioro cognitivo hacemos referencia a que existe un déficit en el desempeño de una o más funciones cognitivas superiores, comparado con el rendimiento previo del sujeto y que se aleja de lo esperado para su edad y nivel educativo.

Dichas funciones cognitivas superiores se subdividen, a grandes rasgos, en memoria, lenguaje, atención, velocidad de procesamiento de la información, gnosias, praxias, funciones ejecutivas, orientación, cognición social y habilidades visuoespaciales. Cada una de ellas, tienen a su vez, subcategorías.

Existen diversos factores de riesgo para padecer deterioro cognitivo, aunque uno muy importante por su prevalencia y relevancia es la hipertensión arterial.

Primero conviene establecer qué es la presión arterial, la cual hace referencia a la fuerza que ejerce la sangre sobre las paredes de las arterias. Los niveles óptimos de dicho fenómeno son, según la OMS (Organización Mundial de la Salud), 120/80 mmHg. Cuando estos valores aumentan hasta llegar por encima de 140/90 mmHg, se comienza a hablar de hipertensión. Entonces, podríamos definir a esta última como el trastorno, por el cual los vasos sanguíneos tienen, persistentemente, una tensión elevada.

Como es bien sabido, la hipertensión arterial constituye uno de los factores de riesgo más importante y más comúnmente encontrados de enfermedad cardiovascular. No obstante, numerosos estudios, han demostrado que también aumenta las posibilidades de padecer deterioro cognitivo, influyendo en la aparición de demencias tipo Alzheimer, demencia vascular, leucoaraiosis, enfermedad de pequeños vasos, entre otras patologías más, todas con impacto negativo sobre el funcionamiento cognitivo.

A nivel sintomatológico, cualquiera de las funciones cognitivas superiores antes mencionadas, pueden verse afectadas, en distinto grado y manera. Muchas veces, dichos déficits, resultan imperceptibles para la persona o su entorno, quienes no logran advertir las mínimas dificultades.

Es por ello, que resulta importante que cualquier individuo que posea factores de riesgo cardiovasculares como hipertensión, hiperlipidemia (aumento de colesterol en sangre), sedentarismo, dieta inadecuada, ateroesclerosis, obesidad, tabaquismo o edad mayor a 60 años, realice una evaluación neurocognitiva.

Gracias a la misma, se podrá detectar, producto de la observación clínica, la historia del paciente y la toma de test neuropsicológicos estandarizados, déficits en el funcionamiento cognitivo. Su descubrimiento temprano posibilita actuar sobre los factores de riesgo, comenzar de manera precoz un proceso de rehabilitación cognitiva de ser necesario y prevenir o atenuar mayores dificultades.

La hipertensión arterial sostenida en el tiempo y no controlada tiene graves consecuencias para el cerebro. 

Asimismo, existe una gran cantidad de conductas saludables que podemos adoptar para prevenir y controlar la hipertensión y disminuir el riesgo de padecer deterioro cognitivo.

Algunas de ellas son: llevar una dieta saludable y baja en sal, realizar ejercicio físico moderado todos los días, controlar el estrés y las emociones negativas, no fumar, no beber alcohol o hacerlo de manera moderada y realizar monitoreo periódico de la presión sanguínea.

Lic. Maylén Gerbaudo
Mgtr. en Neuropsicología 
Especializada en psicocardiología
Ig: @neuropsi_maygerbaudo
Mail: gerbaudomaylen@gmail.com


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